Premio Campanil 2023 de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos del Real Instituto Jovellanos
El domingo 6 de agosto tuvo lugar la entrega de los Premios otorgados por la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos del Real Instituto Jovellanos. El acto se realizó en el patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto Jovellanos.
Tres premios que reconocen el trabajo de dos antiguos alumnos del Instituto Jovellanos y a una entidad o institución de nuestra ciudad o región que trabaje por el desarrollo de nuestra sociedad.
Para Mar de niebla fue un honor recibir una distinción que pone en valor el trabajo de todos estos años. Compartimos unas palabras que pudimos dedicar durante el acto al resto de premiados, asistentes y autoridades:
Concejala, presidente, presidente de honor, socios, socias y amigos de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos del Real Instituto Jovellanos, resto de premiados, autoridades.
Lo primero de todo: felicidades. Felicidades por estos 50 años de trabajo. Un trabajo que mantiene vivo el espíritu del pensador más importante que nuestra villa tuvo el honor de disfrutar: Gaspar Melchor de Jovellanos. Un espíritu que mana del trabajo que la educación pública, aquella que él defendía, realiza día a día con el Real Instituto Jovellanos como una de nuestras banderas más significativas.
Por eso, en esta fecha tan importante, nuestro agradecimiento es infinito.
Hace casi 20 años un pequeño grupo de vecinos de la zona oeste tuvo un sueño. Soñaron con unos barrios más justos para con todas las personas, sobre todo para aquellas que peor lo estaban pasando.
Un sueño en el que creían; un sueño que los llevó a crear Mar de niebla. Una obra colectiva que, con el paso de los años y la ilusión y esfuerzo de muchísimas personas, ha dado forma a una alternativa. Alternativa que sitúa su mirada y acción en el bien común. Ese bien común, parafraseando a Jovellanos, que conecta con el amor público.
Amor que se enfrenta «al egoísmo, […] al interés personal que mira con indiferencia las injusticias» y que alimenta «la ambición […] y la sed de una avaricia sórdida».
Una alternativa que lucha por la inclusión; que es conocedora de la importancia de generar contra-narrativas en un mundo donde parece que nos alejamos del sufrimiento ajeno en beneficio de lo que creemos que es la felicidad.
Nuevos mensajes, ya esbozados por personas como Jovellanos, que requieren de un compromiso comunitario. Requieren de una revisión profunda de nuestro propósito como sociedad.
Sociedad, como decía, que no puede ser inmune ni ajena a la desigualdad, al odio o al sufrimiento de quienes sobreviven en un mar de intereses que poco o nada nos aportan.
A esa empresa es a la que Mar de niebla, junto con muchas otras entidades y servidores públicos, se debe.
Cada día que el Centro Comunitario abre su portón, es una nueva oportunidad para modelar nuestro proyecto como ciudad hacia esa utopía que nos recuerda el valor más importante que tenemos: las personas. Un verdadero propósito que nos empuja a cuidar la convivencia, la diversidad y el respeto.
Este premio nos abruma. No creemos que lo que hacemos deba ser reconocido desde la excepcionalidad. Mantenemos firme nuestra idea de un barrio, una región y un país que naturalice y normalice un desarrollo sin dejar a nadie atrás. Pero también supone una recarga de energía para seguir construyendo, desde el inconformismo que nos despierta la injusticia, un camino hacia la transformación social tan necesario.
Es nuestro deber hacia la infancia; es nuestro deber hacia las personas jóvenes; hacia las familias que se siente solas y desamparadas; hacia quienes no tienen un hogar; hacia quienes creen que nada ni nadie les va a escuchar y ayudar. Desde que Mar de niebla nació, una cuestión siempre ha estado presente: «las utopías del pasado son realidades del presente«.
Parecía imposible que una organización sin apenas recursos pudiera levantar un proyecto comunitario que hiciera realidad un centro en el Cerillero de más de 1.600 m2 donde más de 1.000 personas a la semana conviven y crean oportunidades.
O que más de 300 niños, niñas y adolescentes encontraran un lugar donde crecer, aprender y vivir como lo que son: niños, niñas y adolescentes.
O que personas que sobreviven desde la invisibilidad de nuestra sociedad sin el calor de un hogar, pudieran luchar contra su «destino» para reconstruir sus ilusiones y sentirse plenamente libres y seguras.
O que más de 60 jóvenes cada año se reencuentren con una oportunidad que les permite recuperar el gusto por aprender o formarse ayudando a otros.
Podríamos seguir enumerando pequeños milagros que están dando esos pequeños retoques tan necesarios en nuestro mundo. Pero tras todo esto hay un elemento común: nada hubiera sido posible sin la confianza, ilusión y amor público de quienes hemos compartido esta construcción. Voluntariado, patronato, equipos profesionales, participantes, vecinos y vecinas, instituciones y hoy la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos del Real Instituto Jovellanos.
Gracias a todos y todas vosotras, aquello que parecía imposible hoy es una alternativa un poquito más real.
Sigamos descubriendo pequeñas islas de esperanza que nos ayudan a hacer posible una ciudad y un mundo más feliz para todos y todas… que las utopías del presente sean realidades del futuro.

Héctor Colunga, director de Mar de niebla

Blanca Cañedo, presidenta de Mar de niebla
Diario El comercio: «La excelencia se nos inculca desde pequeños»
La Nueva España: «Los Antiguos Alumnos del Jovellanos reivindican el «poder transformador» de la educación»